14.6.09

Borges en la Ciencia Ficción


©2009, Gerardo Horacio Porcayo |

Jorge Luis Borges, nombre imprescindible para toda academia de literatura latinoamericana, cliché recurrente del buen lector entre sus obras preferidas, estrella de un cielo esquivo que no termina de contagiar a todos los convidados de la lectura, aun a 23 años de su navegar hacia otras costas, brilla único e inequiparable en el firmamento de las letras.

Y brilla con luz propia, en lo absoluto opacada por los aparatos de la crítica.

El maestro ciego, guía por excelencia en los laberintos, reformador de la literatura en Latinoamérica, no sólo fue lector de ciencia ficción a lo largo de su vida, también la cultivó, con esa gracia especial, con esa operación de encubrimiento a través de añadidos de misterio, de extrañas veladuras que hacían casi invisible la temática, el tratamiento entero que diera a cada uno de sus trabajos de fantástico sesgo.


Quien esto escribe, leyó por primera vez (a los 17 años) a Borges bajo la etiqueta de CF, no porque el libro la ostentara como marca clasificatoria, sino por la oferta entera que José Luis Avendaño (tío político) hiciera al prestarle el volumen El Aleph. Oferta que luciera sospechosa en ese libro de tapas duras con el rimbombante slogan Obras Maestras del Siglo XX.

Aún con las sospechas casi en calidad de verdades, quien esto escribe, se aventuró a una lectura extrema, complicada, que lo llevara al éxtasis. El Inmortal y el mismo Aleph constituyeron el pasaporte entero a su universo.

Ese paso no fue siemple y, a cada avance, a cada nuevo enfrentar sus libros, algo se hacía evidente: Borges escribía una Ciencia Ficción, en un registro tan sutil que sus raíces, sus estrategias, desaparecían de la atención del lector. Durante la redacción de la tesis de maestría de quien esto escribe, la tentación de tratar ese tópico fue insoslayable. Lo que sigue a continuación es apenas extracto y resumen de lo ahí asentado.

Más que un miedo, más que un prurito académico, lo que parece transparentar toda su metodología narrativa no es sólo esa voluntad de inmortalidad, sino el mismo resquemor que la sola etiqueta popular le ocasionaba. Ya en su introducción a La invención de Morel de Bioy Casares, aseguraba:

En español, son infrecuentes y aun rarísimas las obras de imaginación razonadas. Los clásicos ejercieron la alegoría, las exageraciones de la sátira y, alguna vez, la mera incoherencia verbal; de fechas recientes no recuerdo sino algún cuento de Las fuerzas extrañas y alguno de Santiago Dabove: olvidado con injusticia. La invención de Morel (cuyo título alude filialmente a otro inventor isleño, a Moreau) traslada a nuestras tierras y a nuestro idioma un género nuevo.(Borges, "Prólogo" 8)

Palabras que si bien connotan el género de la Ciencia Ficción, también buscan encubrirlo, desaparecerlo en una operación interesante; una que el autor mantendrá casi invariable, aun cuando aborde a uno de sus maestros: H.G. Wells.

Las razones que acabo de indicar me parecen válidas, pero no explican por qué Wells es infinitamente superior al autor de Héctor Servadac, así como también a Rosney, a Lytton, a Robert Paltock, a Cyrano o a cualquier otro precursor de sus métodos. (Borges, OC 697)

Estas palabras publicadas en 1952, en el libro Otras Inquisiciones (el trabajo citado quizá fue escrito con anterioridad, aunque es el único del volumen que carece de fecha), hacen evidente la reticencia del autor argentino a clasificar el género que Wells escribía. A cambio nos habla de sus "métodos", de una característica que Borges considera privativa del género: la estrategia narrativa, la metodología para narrar historias. Metodología que hará suya, transformará en parte fundamental de su propia estrategia narrativa, de acuerdo a los análisis de Umberto Eco:

El mecanismo de las historias de don Isidro anticipa el mecanismo fundamental de muchas otras historias (posteriores) de Borges, tal vez de todas. Llamaré a ese mecanismo (y lo explicaré en el párrafo siguiente) el mecanismo de la conjetura en un universo spinoziano enfermo.

Borges parece haber leído todo (y más aún, ya que ha reseñado libros inexistentes). No obstante, supongo que no debe de haber leído nunca los Collected Papers de Charles Sanders Peirce, uno de los padres de la semiótica moderna. Podría equivocarme, pero me fío de Rodríguez Monegal y no encuentro el nombre de Peirce en el índice onomástico de su biografía de Borges. Si me equivoco, estoy bien acompañado.

En cualquier caso, haya leído Borges a Peirce o no, no me importa. Me parece un buen procedimiento borgiano suponer que los libros se hablan entre sí y no es necesario que los autores (a quienes los libros utilizan para hablar: una gallina es el artificio que un huevo utiliza para producir otro huevo) se conozcan. El caso es que muchos de los relatos de Borges parecen ejemplificaciones de ese arte de la inferencia que Peirce llamaba abducción o hipótesis y que no es sino la conjetura.

Razonamos, decía Peirce, de tres modos: por Deducción, por Inducción y por Abducción. (Eco 177-178)
Y este procedimiento abductivo es el que Eco destaca como definitorio de la ciencia ficción:

En otros términos, la ciencia-ficción es una narrativa de la hipótesis, de la conjetura o de la abducción y en ese sentido es juego científico por excelencia, dado que toda ciencia funciona mediante conjeturas, esto es, abducciones. (Eco, De... 189)
En otras palabras, Borges realiza gran parte de su narrativa echando mano de un procedimiento lógico también empleado por la Ciencia Ficción, hecho que alcanza una cima interesante cuando, a manera de epílogo, escribe la nota final a sus obras completas de 1974:

A riesgo de cometer un anacronismo, delito no previsto por el código penal, pero condenado por el cálculo de probabilidades y por el uso, transcribiremos una nota de la Enciclopedia Sudamericana, que se publicará en Santiago de Chile, el año 2074. Hemos omitido algún párrafo que puede resultar ofensivo y hemos anticuado la ortografía, que no se ajusta siempre a las exigencias del moderno lector. Reza así el texto:

"BORGES, JOSÉ [sic] FRANCISCO ISIDORO LUIS: Autor y autodidacta, nacido en la ciudad de Buenos Aires, a la sazón capital de la Argentina, en 1899. La fecha de su muerte se ignora, ya que los periódicos, género literario de la época, desaparecieron durante los magnos conflictos que los historiadores locales ahora compendian. (Borges, OC 1143)
Coqueteo futurista que responde a las estrategias, las convenciones de la Ciencia Ficción. Coqueteo, juego intelectual que ahonda, adelanta sus búsquedas como autor en el plano de la literatura fantástica. Borges se hace figurar a sí mismo, en estas páginas, en un tiempo futuro, como el reformador de esta rama literaria. Un reformador que trata de eliminar toda aspereza a sus precursores, alejándolos de toda etiqueta comercial, de todo aquello que pueda afectar su nueva fama.

De manera específica Pablo A. J. Brescia aborda el tema en su ensayo Los (h)usos de la literatura fantástica:

De Wells proviene una de las pocas leyes que Borges cree necesarias en la narración fantástica: “Ya Wells había dicho que conviene para convencer al lector que haya un solo hecho fantástico en un cuento y que lo demás sea cotidiano” [La literatura fantástica 6; énfasis mío]. Éste momento es fundamental ya que Borges está creando a sus precursores, es decir, está construyendo el contexto para la lectura de sus propios textos. (Brescia 147)
En otras palabras, Borges está diseñando su propia tradición, aleccionando a sus lectores en la mirada que han de ensayar sobre su obra. Borges se nutre de Ciencia Ficción, emplea parte de sus estrategias, pero durante un tiempo trata de evadir la etiqueta, toda referencia directa a ese desprestigiado 'subgénero'. Avanza y se repliega, pues, en ediciones posteriores de su obra completa, este citado Epílogo será extirpado, eliminado como referencia directa a su obra, aunque el prurito —quizá debido a la fama que ya lo acompaña— ha desaparecido de las obras que ama. Basta revisar el conjunto de sus prólogos a la colección Biblioteca de Babel que entre 1983 y 86 publicara editorial Siruela, para comprobar que ya no lo amedrenta clasificar algunos de esos libros favoritos como pertenecientes a la "Ficción Científica" (traducción adecuada del término Science Fiction, no la forma tradicional que, si bien ignora las reglas gramaticales, ha tenido mayor popularidad: Ciencia Ficción).

En su libro de ensayos Otras Inquisiciones, en el trabajo dedicado a Hawthorne, Borges mismo explica esta dinámica de la creación de precursores:

Aquí, sin desmedro alguno de Hawthorne, yo desearía intercalar una observación. La circunstancia, la extraña circunstancia, de percibir en un cuento de Hawthorne, redactado a principios del siglo XIX, el sabor mismo de los cuentos de Kafka que trabajó a principios del siglo XX, no debe hacernos olvidar que el sabor de Kafka ha sido creado, ha sido determinado, por Kafka. Wakefield prefigura a Franz Kafka, pero éste modifica, y afina, la lectura de Wakefield. La deuda es mutua; un gran escritor crea a sus precursores. Los crea y de algún modo los justifica. Así ¿qué sería de Marlowe sin Shakespeare? (Borges, OC 678)
El acercamiento de Carlos Gamerro a la obra de Bloom, puede ser útil para esclarecer aún más este fenómeno:

Un hijo-efebo que consigue modificar para siempre nuestra manera de leer a su padre-precursor se convierte de alguna manera en creador de su precursor, en padre de su padre.

Crear al precursor. De esto trata el texto «Kafka y sus precursores», de Borges. Este enumera una serie de obras y autores que hoy nos resultan «kafkianos»: Zenón y su paradoja contra el movimiento, un texto sobre los unicornios debido a un apólogo de un prosista chino del siglo IX, dos parábolas religiosas del filósofo danés Kierkegaard, un poema de Robert Browning, un cuento de León Bloy y otro de lord Dunsany. Nuestra lectura de Kafka, afirma Borges, refina y desvía nuestra percepción de estas obras. Ya no las leemos como se leyeron en su tiempo, como las leyeron por ejemplo quienes las escribieron. Lo más significativo, agrega Borges, es comprobar que si bien todas estas obras se parecen a Kafka, no se parecen entre sí: Kafka ha hecho un conjunto de lo que antes era una dispersión de obras disímiles. Un gran autor, concluye Borges, crea a sus precursores, o en términos de Bloom, convierte a sus padres en sus hijos.

(...) La relación de influencia que más le interesa a Bloom, en cambio, es la que se establece entre un precursor fuerte, titánico, y un efebo fuerte, a veces tan fuerte como él, pero condenado, por el único pecado de haber llegado más tarde, a ser un segundón de la literatura. En estos casos, la actitud hacia el gran precursor es de admiración, rivalidad, miedo, a veces odio: ahora sí, estamos en el terreno de la angustia de las influencias. (Gamerro 13-14)
Borges de hecho, concluye tal trabajo pronunciándose respecto a los precursores:

En el vocabulario crítico, la palabra precursor es indispensable, pero habría que tratar de purificarla de toda connotación de polémica o rivalidad. El hecho es que cada escritor crea sus precursores. Su labor modifica nuestra concepción del pasado, como ha de modificar el futuro. En esta correlación nada importa la identidad o la pluralidad de los hombres. El primer Kafka de Betrachtung es menos precursor del Kafka de los mitos sombríos y de las instituciones atroces que Browning o Lord Dunsany. (Borges, OC 711-12)
Borges presenta batalla a su "angustia de las influencias", encara el hecho y lo modifica a tal punto que se atreve a hablar del proceso mismo, a solicitar la "purificación" del término precursor; solicitud que la mancuerna Bloom-Gamerro, parecen haber aceptado, emprendido (Cfr. cita anterior) y analizado en la obra misma de Borges:

El caso de Pierre Menard ilustra el predicamento del escritor tardío: aun cuando lograra reproducir la creación del precursor, su obra, por venir después, no será valorada de la misma manera. «Componer El Quijote a principios del siglo diecisiete», razona Menard, «era una empresa razonable, necesaria, acaso fatal; a principios del veinte, es casi imposible. No en vano han transcurrido trescientos años, cargados de complejísimos hechos. Entre ellos, por mencionar uno solo: el mismo Quijote.» (Gamerro 15)
Pierre Menard..., coincidentemente, es el evento (y el segundo cuento que Borges escribe) que lo pondrá en definitiva por el camino de la narrativa. Antes de ellos su producción se encaminaba por los géneros de poesía y ensayo:

El día de Nochebuena de 1938 (año en el que murió mi padre) sufrí un grave accidente. Subía corriendo una escalera, y de pronto sentí que algo me raspaba la cabeza. Había rozado la arista de un batiente recién pintado. A pesar de que fui atendido en seguida, la herida se infectó y pasé alrededor de una semana sin dormir, con alucinaciones y fiebre muy alta. Una noche perdí el habla y tuvieron que llevarme al hospital para una operación urgente. Tenía septicemia, y durante un mes me debatí entre la vida y la muerte. Mucho después escribiría sobre eso en mi cuento “El Sur”.

Cuando empecé a recuperarme temí haber perdido la razón. (...) Poco después me atemorizó la idea de no volver a escribir nunca más. Había escrito una buena cantidad de poemas y docenas de artículos breves, y pensé que si en ese momento intentaba escribir una reseña y fracasaba, estaría terminado intelectualmente. Pero si probaba algo que nunca había hecho antes y fracasaba, eso no sería tan malo y quizá hasta me prepararía para la revelación final. Decidí entonces escribir un cuento, y el resultado fue “Pierre Menard, autor del Quijote”.

Al igual que su precursor, “El acercamiento a Almotásim”, “Pierre Menard” era todavía un paso intermedio entre el ensayo y el verdadero cuento. Pero los resultados me alentaron a seguir. Después intenté algo más ambicioso: “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, acerca del descubrimiento de un mundo que finalmente sustituye al nuestro. Ambos fueron publicados en “Sur”, la revista de Victoria Ocampo. (Borges, Autobiografía 109-110)
Borges asume su camino narrativo sólo tras una experiencia traumática. Y lo asume contraatacando a ese primer padre literario, al Quijote, para después sumergirse de plano (tras ese simbólico parricidio literario o, de acuerdo a Bloom, tras ese intercambio de papeles con el padre) en la arista fantástica, en Wells, en toda esa biblioteca que carga en las neuronas y que rediseñará en sus ensayos.

Borges, en este sentido, es el autor donde más claramente podemos percibir la influencia de las nuevas corrientes literarias, la influencia de los 'subgéneros' que logran hacer tanta mella en él, que los asume como propios. Y en este sentido sobra señalar la apropiación realizada en torno al género policiaco y la nula afrenta que tal etiqueta le provocaba, en gran parte por el prestigio de autores como Chesterton, e, incluso, Dostoievski.

Bloom mismo reconoce en su Canon de Occidente:

Maestro de laberintos y de espejos, Borges fue un profundo estudioso de la influencia literaria, y como escéptico más interesado por la literatura de imaginación que por la religión o la filosofía, nos enseñó a leer dichas especulaciones primordialmente por su valor estético. Su curioso destino como escritor y como principal inaugurador de la literatura hispanoamericana moderna no puede separarse ni de su universalismo estético ni de lo que supongo deberíamos calificar de agresividad estética. Releerle ahora me fascina y anima, más incluso que hace treinta años, pues su anarquismo político (como el de su padre, bastante moderado) es de lo más tonificante en esta época en que el estudio de la literatura se ha politizado totalmente, y uno teme la creciente politización de la literatura misma. (Bloom 474-475)
Más allá de los apuntes en torno a lo fantástico que traza en estas líneas Bloom, es digno de destacarse el señalamiento de una literatura escrita al margen de lo político, escindida de ese ramo y que por lo mismo se vuelve universal; no tanto por una coincidencia de opiniones, sino por el tono de alarma que parece producir en Bloom esa "creciente politización de la literatura misma".

Borges, como toda su literatura, es un ejemplo extremo, singular, en lo absoluto vinculado con el promedio de los autores destacados.

Borges se afirma a cada paso, a cada año gastado, a través de su pluma. Tlön Uqbar Orbis Tertius era un universo que se colaba y poco a poco iba sustituyendo al nuestro. Internet, hoy en día es eso.

Reducir a lo anterior la maestría de Borges sería de ineptos. Reducir toda literatura prospectiva o fantástica a mera labor de adivinos es lo que sigue deteriorando el justo prestigio a la literatura que esta Langosta prefiere.



Borges, Jorge Luis. Autobiografía (1899-1970). Editorial El Ateneo, Bs.As., 1999.
— — —.Obras Completas. Emecé Editores, Bs.As., 1974.
— — —. La biblioteca de Babel. Prólogos. Emecé editores, Bs. As., 2000.

Bloom, Harold. El canon occidental. Editorial Anagrama, Barcelona, 1997.

Brescia, Pablo A. J. "Los (h)usos de la literatura fantástica" en Lira Coronado, Sergio René ( Ed ). Literatura Fantástica, número monográfico de la revista Escritos #21. Ed. BUAP, México, 2000.

Eco, Umberto. De los espejos y otros ensayos. Editorial Lumen, Col. Palabra en el tiempo # 173, Barcelona, 1988.

Gamerro, Carlos. Harold Bloom y el canon literario. Ed. Campo de Ideas, Madrid, 2003.

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