Más allá de las demostraciones que puedan hacerse en torno a la relación de Borges con la Ciencia Ficción (como la ya antes intentada por quien esto escribe) queda algo, mucho más evidente: lo firmado y afirmado por Borges. Esa reconocida relación que generalmente podemos tomar a partir de los nombres emblemáticos de quienes han construido la historia del género que da vida a este blogzine.
Sin embargo, hay un tomo en particular que aborda este tópico; uno escrito a cuatro manos, en colaboración con Esther Zemborian de Torres Duggan. El tomo lleva por título Introducción a la literatura norteamericana y su prólogo fue escrito por la marcuerna en 1967, en Buenos Aires. En la página legal, no se consigna ninguna edición previa a la de 1997 (por EMECE). Por toda explicación, se advierte: "Las biografías literarias se han dejado tal como Borges las publicó en 1967". (Borges, Introducción... 6)
El destino de este libro, por ende, luce del todo póstumo. Uno de los tantos trabajos escondidos que María Kodama diera a conocer tras su muerte (algunas en contra de las disposiciones de Borges, como en el caso de Inquisiciones). Uno en el que, además, resulta un tanto difícil esclarecer hasta dónde llega la pluma de Borges y hasta dónde la de su colaboradora.
Un tomo que, además, desde las primeras páginas nos interpela, primero con la dimensión de su proyecto, ese "resumir tres siglos de actividad literaria en un apretado volumen" (Borges, Introducción... 7) y la particular revisión: "este compendio abarca temas que no se encontrarán en volúmenes más extensos, por ejemplo, el género policial, la science-fiction, los relatos del oeste" (Borges, Introducción... 8). Y justo así llamará la mancuerna al 13º trabajo, ese que interesa a los propósitos de esta reseña.
Ya desde el primer capítulo (o trabajo, si atendemos al hecho de que la construcción de este volumen es modular), desde el intitulado Los orígenes, afirma Borges:
Es lícito declarar, a la manera bíblica, que Edgar Allan Poe engendró a Baudelaire, que engendró a los simbolistas, que engendraron a Valéry, y que toda llamada poesía civil o comprometida de nuestro tiempo procede de Walt Whitman, que se prolonga en Sandburg y en Neruda. (Borges, Introducción... 9)
Palabras que, desde ya, justifican la postura de este sector de la Langosta y el especial lugar que hemos dado a Poe y que Borges y su colaboradora proyectan aún más allá. Primero en el tercer trabajo, intitulado Hawthorne y Poe:
Los cuentos de Poe se dividen en dos categorías, que alguna vez se mezclan: los de terror y los de raciocinio. En cuanto a los primeros, alguien lo acusó de imitar a ciertos románticos alemanes; Poe respondió: "El horror no es de Alemania, es del alma". Los segundos inauguran un nuevo género, el policial (...)
Edgar Allan Poe aplicó a sus cuentos la misma técnica que a sus versos, juzgó que todo debe redactarse en función de la última línea. (Borges, Introducción... 36)
Una técnica que el propio Borges se apropió debidamente (como ya se exponía en el pasado trabajo). Una que continuará analizando en otros cuentos de raciocinio de Poe:
La novela policial ha sido desplazada gradualmente por la novela de espionaje y por las ficciones científicas (science-fiction). Ciertos relatos de E.A. Poe (El caso del Señor Valdemar, La mistificación del globo) ya prefiguran este último género, pero sus más indiscutibles creadores son europeos: en Francia, Julio Verne (...); en Inglaterra, H.G. Wells, cuyos libros tienen mucho de pesadilla. (Borges, Introducción... 135)
Los antecedentes ya conocidos para sus lectores son retomados, redimensionados en esa vía que ya se advertía en el pasado trabajo (que presentara quien esto escribe, en estas pantallas), esa que distingue a los precursores que él modificará y adecuará en vías a crear su propia tradición. Cabe recalcar que estas palabras aparecen firmadas en 1967, momento en que Borges ya ha apaciguado su vínculo con esa idea que él mismo cimentara y que Bloom acabara de redondear con el nombre de "La Angustia de las Influencias", ese que le permitiera escribir su autobiografía ficticia para 2074 [Cfr. Borges en la Ciencia Ficción y/o Epílogo (Borges, OC 1143)].
Tras la anterior cita, la pluma de Borges parece difuminarse y ser sustituida por otra que cree de manera más firme en las reseñas y en la utilidad de los razonamientos instrumentales. Hay un abordaje a la primacía de las revistas (sobre los libros) como medio de publicación de la CF, una visita biográfica a Gernsback y su fundación de Amazing Stories y una explicación, de confusa marca borgesina:
No se trata de un género popular; los lectores son, en general, ingenieros, químicos, hombres de ciencia, tecnólogos y estudiantes, con un predominio notable de hombres. Su entusiasmo suele llevarlos a agruparse en clubs que abarcan todo el ámbito del país y se cuentan por decenas. Una de estas federaciones se llama, no sin humorismo"Los pequeños monstruos de América". (Borges, Introducción... 136-137)Palabras que parecen utilizar un catálogo en exceso fácil y un procedimiento episódico poco común en Borges. Palabras que, de pertenecer al maestro, señalarían su negativa a aceptar lo comercial, lo popular como marca intrínseca de la CF.
A partir de este instante, toda estrategia de análisis recaerá en revisiones biográficas que tampoco parecen atender a los métodos de Borges. Si bien la primera opción es una semblanza a Lovecraft (a quien Borges homenajeara en su cuento There are more things, publicado en su volumen El Libro de Arena), el extremo resumen tampoco parece obedecer a su estilo, ni a los elementos que él prefería. Un párrafo es destacable en la revisión a Lovecraft:
Estudiosamente imitó el patético estilo y las resonancias de Poe y escribió pesadillas cósmicas. En sus relatos hay seres de remotos planetas y de épocas antiguas o futuras que moran en cuerpos humanos para estudiar el universo o, inversamente, almas de nuestro tiempo que durante el sueño exploran mundos monstruosos, lejanos en el tiempo y en el espacio (Borges, Introducción... 137-138)
Más allá de que este repaso a sus temáticas pudiera reseñar el cuento largo La sombra más allá del tiempo de Lovecraft, tal acercamiento carece de un objetivo explícito y, en contraste a lo aquí plasmado, se hace, de inmediato, la recomendación de las obras El color que cayó del cielo, El horror de Dunwich y Las Ratas en las paredes, obras que no ejemplifican de ninguna manera lo antes descrito por el maestro (si es que no se ha fallado en identificar su escritura). Dos de ellas, además, son novelas y si tomamos en cuenta la declarada aversión de Borges (en su atobiografía) por las obras de largo aliento, la idea luce más diáfana: el libro parece más una reconstrucción a partir de senderos dictados por Borges a Esther Zemborian, que un verdadero trabajo en colaboración (compárese la Zoología Fantástica o los cuentos de Bustos Domecq, y será visible el ánimo colaborativo de Borges que hace, de común, indistinguibles sus párrafos de los de sus colaboradores).
El trabajo, sin mediar párrafo introductorio o correlativo, pasa sin más a la revisión biográfica de Heinlein (donde no es distinguible ningún rasgo borgesino) y continúa con Van Vogt, de quien al parecer señala:
Uno de sus temas preferidos es el de un hombre que no sabe quién es y que va en busca de sí mismo sin lograr del todo su intento. Lo mecánico le interesa menos que lo mental. Su obra se inspira en las matemáticas, en la lógica, en la semántica, la cibernética y la hipnosis. Lo heterogéneo de estas fuentes ha hecho que los puristas de la science fiction lo acusen de heterodoxia. (Borges, Introducción... 139-140)
Borges, conocedor puntilloso, analista de métodos y formas de trabajo, destaca aquí (al parecer) su íntegro conocimiento de los usos y abusos en los lectores de CF. El hecho de resaltar la clasificatoria de heterodoxia a Van Vogt, parece aportar otra razón a su búsqueda permanente de deslindar su escritura de la etiqueta CF. Proponerse lo contrario: ser aceptado como cultivador de CF, no sólo lo habría puesto en el trance que muchos cultivadores latinoamericanos han enfrentado: ese menosprecio de la crítica por escribir un género importado, muy vinculado con lo comercial y poco semejante al modelo norteamericano. Uno que, en su estrategia para combatir la "Angustia de las Influencias" prefierió deformar hasta hacerse aparecer a sí mismo como reformador de lo fantástico (en su biografía ficticia, en el Epílogo a sus obras completas de 1974), en lugar de cultivador de un género que quizá, como el periodismo, pueda desaparecer en 2074.
Finalmente el apartado de CF de este 13º estudio, concluye con una revisión a Bradbury (autor a quien prologó en sus Crónicas Marcianas, circa 1954), una que va de la razón instrumental, a un remate más acorde a Borges:
Bradbury ve en la conquista del espacio una extensión de la mecanización y del tedio de nuestra cultura contemporánea. En su obra asoman la pesadilla y a veces la crueldad, pero ante todo la tristeza. Los porvenires que anticipa nada tienen de utópicos, son más bien advertencias de peligros que la humanidad puede y debe eludir. (Borges, Introducción... 141)El volumen, por supuesto, no se ciñe a lo aquí reseñado. Incluso del trabajo Nº 13, se han eliminado las aproximaciones a lo policiaco y al western con miras a centrarnos sólo en la relación de Borges con la CF. El propósito, lejos de buscar una desacreditación del tomo, busca ahondar en esa cercanía genérica. Una, en el caso del libro núcleo de este trabajo, ceñida exclusivamente a la literatura norteamericana, una que olvida, por propósitos intrínsecos, otras apreciaciones, otras opiniones ya esgrimidas y pertenecientes a otras latitudes.
Y, desde este punto de vista, cabe señalar que ya en 1965, Borges había escrito la Nota Preliminar a Hacedor de Estrellas de Olaf Stapledon (autor nacido en Liverpool); obra y autor que consideró fundamentales:
Wells alterna sus monstruos —sus marcianos tentaculares, su hombre invisible, sus proletarios subterráneos y ciegos— con gente cotidiana: Stapledon construye y describe mundos imaginarios con la precisión y con buena parte de la aridez de un naturalista. Sus fantasmagorías biológicas no se dejan contaminar por percances humanos.
En un estudio sobre Eureka de Poe, Valery ha observado que la cosmogonía es el más antiguo de los géneros literarios; pese a las anticipaciones de Bacon, cuya Nueva Atlántida se publicó a principio del siglo XXVII, cabe afirmar que el más moderno es la fábula o fantasía de carácter científico. Es sabido que Poe abordó aisladamente los dos géneros y acaso inventó el último; Olaf Stapledon los combina en este libro singular. (...) La mayoría de los colegas de Stapledon parecen arbitrarios o irresponsables; éste, en cambio, deja una impresión de sinceridad pese a lo singular y a veces monstruoso de sus relatos. No acumula invenciones para la distracción o el estupor de quienes lo leerán; sigue y registra con honesto rigor las complejas y sombrías vicisitudes de su sueño coherente. (Borges, Nota... 8)
Borges, como al abordar el trabajo de Poe, distingue sesgos en los procedimientos de la Ciencia Ficción (aún cuando la menciona con variantes nominales), primero en esa estrategia de pensamiento que Eco señalaba procedente de Peirce: en el razonamiento abductivo, en esa voluntad de seguir y registrar con honesto rigor las complejas y sombrías vicisitudes de su sueño coherente. En esa voluntad de negarse también al procedimiento comercial de acumular invenciones para la distracción o el estupor de quienes lo leerán.
No es, por supuesto, el único procedimiento que respetará y reconocerá en el género (aunque quizá sea el que más empleará en sus propias ficciones), su prólogo a Crónicas Marcianas, transluce su vínculación con procedimientos poéticos de la CF cuando afirma:
Su tema es la conquista y colonización del planeta. Esta ardua empresa de los hombres futuros parece destinada a la épica, pero Ray Bradbury ha preferido (sin proponérselo, tal vez, y por secreta inspiración de su genio) un tono elegiaco. (Borges, Prólogo 8)
Hay una opción, una manera de contar, una que no obedece a los extremos de la guerra, a los adrenalínicos deseos de abandonar, con Ortega y Gasset, ese "yo y su circunstancia", pero que tampoco, favorece, de manera preferencial el razonamiento abductivo. Una forma que sigue (de acuerdo a Eco en sus Apostillas al nombre de la Rosa) el hábito del romance (como género literario, desde la perspectiva europea; apenas un sesgo de la novelística) de trasladar a escenarios ficticios (una idealizada Edad Media y/o una ínsula fantástica, al estilo del Amadís de Gaula), dramas o simples historias humanas.
En este sentido, párrafos más adelante, Borges concluye:
¿Cómo pueden tocarme estas fantasías de manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo "fantástico" o a lo "real", a Macbeth o a Rashkolnikov, a la invasión de Bélgica en 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué importa la novela, o novelería, de la science-fiction? (Borges, Prólogo 9)
Nada, parece responderse a sí mismo cuando, en las siguientes oraciones, tras el mismo cierre del signo de interrogación, describa esa transposición de realidades, esa operación simbólica de la CF (y del romance), de sustituir escenarios para hacer más evidente el tema:
En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street. (Borges, Prólogo 9)Borges, pues, no descarta de ninguna manera al género de la CF. Se aleja de su etiqueta, se acerca a ella en sus procedimientos narrativos y reforma, reconstruye para Latinoamérica, para el mundo entero, el estado ideal (o simplemente inicial) de la literatura, donde todo era sólo literatura, sin géneros, sin límites o fronteras. Quizá se adhiriera a la etiqueta de "lo fantástico" en obvia respuesta a la moda del realismo crítico que imperaba en la crítica de aquellos tiempos (y que implicara política, socialismo, partidismos que tampoco nada tenían que ver con la misma literatura). En oculta estrategia que le permitiera avanzar por la narrativa sin tener que luchar por la legitimidad de su género.
Más allá de la búsqueda de un reconocimiento inmediato, por ósmosis, de la crítica a ese género (y por ende a sus cultivadores), lo que este trabajo busca destacar es ese ánimo vital, insustituible que Borges encontrara dentro de la CF.
Borges cultivó la CF en sus textos. Nos dio su propia versión, sus perspectivas críticas.
Nuestra es la tarea de seguir adelante, paso a paso, con su ejemplo, a partir de él, divergente de él, pero, al fin y al cabo, seguir.
Por eso, también, este blogzine se ha negado a conservar su viejo lema: CF sin fronteras y lo ha sustituido por el otro, homenaje a este gran adelantado, salida espontánea, búsqueda de vuelo sin ataduras: Literatura Sin Límites.
De Borges se ha escrito mucho. Se seguirá escribiendo. Esto es sólo una aproximación, una invitación a seguir sin partidismos ni etiquetas, el desarrollo de un género.
Trabajos Citados
Borges, Jorge Luis. Introducción a la literatura norteamericana. EMECÉ editores, Bs. As., 1997.
— — —. "Nota Preliminar" en Stapledon, Olaf. Hacedor de estrellas. Editorial Minotauro, Bs. As., 1976.
— — —. Obras Completas. 1923-1972. EMECÉ Editores, Bs. As., 1974.
— — —. "Prólogo" en Bradbury, Ray. Crónicas Marcianas. Editorial Minotauro, México, 1985.
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